miércoles, 1 de mayo de 2013

El mercado de otra forma, la subsistencia

Hasta hace cinco o seis años palabras como economía, mercados o comercio poco interesaban, al menos al común de los mortales, que nos dejábamos llevar confiados en el buen hacer de nuestros especialistas. Pero desde el comienzo del desastre, por pura necesidad, todos hemos aprendido lo suficiente como para entender lo básico de la economía, incluso de macro y micro economía, de los mercados y sus juegos y de todos esos conceptos, informaciones y datos que antes sonaban a idiomas del este y ahora se hablan en el portal con los vecinos.

Yo normalmente tiendo a intentar sacar lecturas positivas de cualquier situación, pero ahora más que nunca dado el grado del problema. La que hago en este caso es algo obvia, caerse sirve para entender porque te has caído. El trago amargo de la crisis acaba de ser derramado en nuestras bocas y queda mucho recorrido hasta que sea digerido, pero la esperanza está en pensar que hemos aprendido que de esta copa no se puede beber.

Todos los días aprendemos algo y ampliamos información sobre economía y sobre los mercados, pero no solo de esto está hecha la crisis, ¿que pasa con el comercio?. Como distribuimos y accedemos a lo que consumimos es otro de los pilares en el que se ha sostenido el sistema del despilfarro, el enriquecimiento ilícito y liberalismo extremo, que nos ha llevado a la situación actual.

Según nos dice la RAE (Real Academia Española de la Lengua)  "comercio" es la negociación que se hace comprando y vendiendo o permutando géneros o mercancías. Yo creo que todos entendemos lo de comprar y vender y sabemos que desde hace mucho tiempo vivimos en un sistema de compra y venta donde los productos no se tasan desde la equidad y la justa distribución de lo mismos, si no que se hace apuntando a los intereses de aquellos que intermedian y dictan las condiciones, que no persiguen otro fin que su propio beneficio.

Lo curioso de todo esto es que de alguna forma esto ocurre porque se consiente. Nosotros, los consumidores y productores, seguimos enredados en este mecanismo que para nada nos beneficia. Y pensando en esto es que surge una nueva cuestión ¿que pasa con la permuta? 

Esta fórmula, aún estando contemplada como comercio, parece no existir, o al menos no al nivel que sería lógico teniendo en cuenta la fase en la que se encuentra nuestra situación. La permuta consiste en la posibilidad de  intercambiar cosas, bienes o labores en proporciones o valores consensuados, de forma que todas las partes del trato queden satisfechas. Este método se usaba en tiempos en los que no existía el dinero o el acceso a él era tan poco común que no se tenía en cuenta para el comercio y consumo. Es evidente que hablamos de contextos y sociedades distintas a la nuestra, de necesidades de consumo y de mecanismos de producción que nada tienen que ver, pero si nos centramos en el concepto principal “poder consumir intercambiando nuestros bienes o trabajo sin necesidad tener dinero” el sistema resulta tan viable hoy en día como en el neolítico.

Esta formula adquiere especial interés y validez cuando hablamos de épocas en las que existen excedentes de consumo y/o dificultad para acceder al dinero. Actualmente gran parte de la población tiene algo que no necesita o algo que aportar y al mismo tiempo tiene necesidades que cubrir. Estas condiciones las encontramos en nuestro entorno hoy en día, pero para entender que el mecanismo es posible es necesario darle un nuevo significado a un concepto principal, el de los excedentes. Cuando hablamos de excedentes ya no solo hablamos de trigo, aceite o mercancías, si no que hemos de pesar en el tiempo, en enseres en desuso, en bienes innecesarios, en habilidades o capacidades, en labores o trabajos, etc.

Cada día surgen y empiezan a proliferar espacios como son el banco del tiempo o los mercados de trueque, mercadillos solidarios, tiendas de segunda mano y otras formas de comercio alternativo, más justo y equilibrado. 

Cambiar la forma en la comerciamos no solo es necesario para construir un mundo sostenible donde no se reproduzcan situaciones como la que nos castiga en estos momentos, si no que es una de las mejores herramientas que tenemos en nuestras manos para subsistir sin depender de la economía ni los mercados. Somos una sociedad, una agrupación de personas, distinta en cada uno de sus individuos, pero con el fin de cooperar para alcanzar todos o algunos de los fines que nos da la vida. Quizás aún no sepamos entender ni utilizar bien este recurso, pero es una alternativa posible y sostenible que, si somos capaces de aceptar, puede ayudar mucho a mejorar nuestras condiciones de vida.

Espero que la crisis nos ayude a recordar que somos vivimos en sociedad.

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